jueves, 7 de enero de 2010

editorialismos

Ayer un amigo me mandó un mensaje en el que me decía "lee el editorial delFinancial Times!!!" Me recordó a esas llamadas cuando era más joven en las que cualquier compañero de clase desde los 6 años, te llamaba y decía; "pon la 1, tío, que está Sabrina!!!". Ya supuse que no habría fotos de Paris Hilton en alguna de las suyas, pero fui a ver qué se había publicado. Como hace un par de días le mandé el mismo artículo Politicus en The Economist que dejé a los remeros aquí vinculado, en justa transacción me llamó la atención sobre el de FT. Si el de Vinocour ya estaba teñido de sarcasmo, el de Financial no decepciona por el estilo británico que destila desde el primer párrafo, desde la primera frase; muy orgullosos de Mr. Bean como cómico, a sabiendas de su parecido con el eZtadista, buscan poner alguna distancia entre ambos ("algunos dicen" puntualizan respecto a la semejanza).

El editorial abarca desde la fanfarronería de los antiguos ejecutivos españoles hasta un objetivo en el Tratado de Lisboa como horizonte de un barco con la línea de flotación hundida con el actual gobierno y la consiguiente preocupación por los próximos seis meses. Yo no paraba de preguntarme "Estos británicos... ¿cuándo Europa ha dejado de ser Overseas para ellos?" Entonces me di cuenta. Esto es un homenaje a Rowan Atkinson. Un reputado y efectivo actor del grupo de Branagh, Thompson, Laurie, Fry... que ya hace 20 años creó un personaje que daba a la vergüenza ajena un nuevo giro de tuerca. Un hombre desgarbado, con movimientos tambaleantes que buscaba ajustar la realidad a su medida (el gag en el que hace la maleta para las vacaciones llegando a cortar los pantalones por la mitad para que le cupieran en una maleta muy pequeña) y que se sentía orgulloso de ciertos logros personales que para el resto de la sociedad estaban en el segmento de ir a comprar el pan.

Atkinson es un precursor: trajo hace 20 años la personificación de un ejecutivo (es una forma de llamarlo) que gobierna España tratando de hacer pasar coincidencias temporales por conjugaciones planetarias o un gasto público exagerado como amor al prójimo, aunque por aquí muchos ya hace tiempo que perdimos la sonrisa y un capítulo de Mr Bean nos hace pensar cómo pudimos no haber visto antes el parecido más que razonable (es una forma de llamarlo).

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